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Relato de vida del señor Vicente Hipólito Arce Ronquillo


Caso Arce Roquillo V. Ecuador


Yo, VICENTE HIPÓLITO ARCE RONQUILLO, con cédula ciudadanía No. 0905196481, me gradué del colegio como bachiller técnico en mecánica industrial, luego de eso empecé a estudiar ingeniería industrial. La mitad de la carrera la seguí en Ecuador y para terminarla viajé a Panamá. Lastimosamente tuve que regresar al Ecuador antes de acabar mis estudios debido a una enfermedad. Esta cuestión, no obstante, no impidió que a nivel laboral realizará actividades técnicas. 

 

Cuando regresé al Ecuador egresé de la carrera de Economía en la Universidad Laica Vicente Rocafuerte de Guayaquil, gracias a lo cual pude realizar trabajos en el área administrativa. Debido a que egresé de la carrera de Economía adquirí facilidad para ejecutar actividades tanto administrativas como técnicas. Una de las empresas en las que trabajé se llamaba Plásticos del Litoral, en la cual me desempeñé por alrededor de seis meses como Asistente del Gerente de Ventas. Esta empresa se dedicaba a fabricar envases para almacenar atún y sardinas, por lo que desde ese momento yo ya me encontraba en el medio de la pesca. 

 

Gracias a mis conocimientos y mi experiencia sobre los procesos para adquirir equipos e importarlos yo presenté mi currículum a empresas de reclutamiento y seleccionadoras transnacionales. Siempre que se abrían convocatorias yo participaba y siempre quedaba entre la terna escogida para el trabajo. Cuando quedas entre los mejores, lógicamente el cliente decide si lo escoge o no. Posterior a esto, en 1994, de pronto apareció una publicación bastante grande con el perfil adecuado a mi currículum. Apliqué a este trabajo en la compañía RICAPESCA S.A. (la empresa del problema) a través de una empresa de reclutamiento transnacional. ¿Qué puedo decir?  Me sentí llamado a seguir lo que era mi profesión. 

 

El proceso de selección duró de 3 semanas a un mes. Allí fue que conocí al señor Souter, quién me entrevistó una vez. Me invitaron a almorzar y me dijeron que estaba aceptado. Me daban un carro y los $1000,00 (MIL DÓLARES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA CON 00/100) que solicitaba para realizar la labor de compras e importaciones. Así me ligué a la empresa. Yo me dedicaba a la compra de todos aquellos equipos que necesitaba la planta, pero solo a nivel de gestión administrativa, no financiera. Yo no manejaba dinero, yo no tenía ni caja chica. 

 

Los equipos que yo compraba pretendían ser instalados para armar una planta de procesamiento de pescado fresco que enviaba el producto prácticamente directo del barco al avión. Posteriormente, se planteó la creación de una planta enlatadora de atún. Cuando empecé a trabajar en la empresa, las instalaciones ya contaban con un cuarto frío, o sea un congelador enorme; sin embargo, aún no habían llevado la maquinaria completa. Ésta empezó a llegar poco a poco, aunque hasta cuando yo salí de la empresa no se terminaban de instalar los equipos. Tengo entendido que el avance en la instalación dependía de los préstamos que se gestionaban. Una empresa que recuerdo que supuestamente prestaba dinero se llamaba “Foy Investment”. 

 

Alguna vez escuché que esta empresa hacía transferencias a través del Banco del Pacífico de Panamá; sin embargo, yo nunca vi caja de dinero ni manejé nada de fondos. Incluso para hacer compras, nosotros debíamos emitir órdenes de compra para que el gerente, que tenía la autoridad, diera el visto bueno a la compra. Yo hacía mi trabajo de la mejor manera posible, por esto, recuerdo que incluso el señor Meldrum Souter llegó a decirme que le gustaba cómo trabajo, porque siempre me prestaba para hacer más actividades de lo que formalmente me correspondía de acuerdo al contrato de trabajo. Tiempo después, el señor Souter salió de la empresa Ricapesca y regresó a trabajar en su propia compañía de atención a buques pesqueros en la ciudad de Panamá. 

 

Yo realicé estos procesos administrativos en Ricapesca durante 18 meses aproximadamente, hasta que en febrero de 1996 el señor Souter se puso de nuevo en contacto conmigo para ofrecerme trabajo en la filial ecuatoriana de la empresa que había constituido en Panamá, de nombre PROTEC S.A., y que ahora se domiciliaría en la ciudad de Manta. Esta empresa domiciliada en Ecuador se llamaba Protecnimar S.A. 

 

En este nuevo empleo mis funciones se concentraban en ayudar en la parte administrativa, especialmente con las regulaciones nacionales que el señor Souter no entendía bien, por no hablar español como idioma natal. Además, yo ya tenía experiencia en importaciones y ventas. Los procesos administrativos en la empresa se llevaban con normalidad. De lo que pude ver, Protecnimar S.A. era un negocio totalmente lícito, que se dedicaba al comercio de equipos marinos, venta de artículos electrónicos e hidráulicos, artículos de pesca y ofrecía asistencia técnica para barcos. En algunas ocasiones también la empresa me delegaba para viajar a Panamá con el objeto de capacitarme o para traer equipos al Ecuador, los cuales después serían comercializados a nivel nacional. 

 

Mis ingresos en Protecnimar eran de $1000,00 (MIL DÓLARES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA CON 00/100) mensuales más algunos beneficios como la prestación de un auto Volkswagen Gold (el cual estaba registrado como propiedad del señor Souter) y la cobertura del arrendamiento de un departamento por el costo de $150,00 (CIENTO CINCUENTA DÓLARES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA CON 00/100). 

 

En el aspecto personal y familiar de mi vida, yo estuve casado hasta antes de entrar a Ricapesca y dentro del matrimonio tuve dos hijas:  Paulina Alexandra y Jessica Mercedes; quienes para el año 1996 eran menores de edad. Cuando me divorcié y me mudé a la ciudad de Manta yo quería seguir siendo parte de su vida, así que salía del trabajo el viernes a las tres de la tarde, yo salía de Manta, salía a recoger a mi hija, la menor, quien era la engreída. Ella pasaba conmigo sábado y domingo. Y de la misma manera, el domingo a las tres de la tardevolvía a salir de Manta, la dejaba en su casa y a las nueve de la noche volvía a mi casa. Éramos muy unidos. 

 

También recuerdo con gran cariño a mis dos hermanos. Yo tengo una hermana y un hermano, quienes para el año 1996 vivían en Guayaquil. De igual manera recuerdo a mi madre, a quien le tenía mucho cariño porque era mi principal apoyo. Con todos ellos tenía una muy buena relación. Recuerdo que mi mamá tenía principios de diabetes. Esto más tarde se agravaría con lo que tuvimos que vivir. 

 

El tiempo pasó y en septiembre de 1996 se desarrolló un operativo. Recuerdo que el 16 de ese mismo mes y año viajé a la ciudad de Panamá para traer al Ecuador un lote de antenas para yates y otros equipos electrónicos como GPS's, sonares, radares desde la empresa PROTEC S.A., que era de propiedad del señor Souter. El viaje duró dos días y regresé al Ecuador el 18 de septiembre de 1996. Específicamente aterricé en Guayaquil alrededor de las 23h00 y mientras hacía la fila para salir de Migración veo que una persona me hacía gestos, como llamándome. Después efectivamente escuché que este señor me estaba llamando por mi nombre. 

 

Este sujeto se me acercó y me indicó que iba supuestamente a ayudar en los trámites de Migración para salir más rápido. Debido a que no lo conocía, le pregunté al sujeto si trabajaba en la empresa Protecnimar, a lo cual supo contestarme que sí y, adicionalmente mencionó que fue enviado por el empleador de la empresa en la que laburaba para recibirme. Este sujeto me pidió mis documentos para hacerlos sellar y evitar la fila. A continuación, indicó que mi equipaje lo íbamos a pasar sin chequear para salir más rápido. 

 

Recuerdo que mientras caminábamos por el aeropuerto yo empujaba una maleta y llevaba un paquete de antenas para radios marinos en mis brazos, él tomó mi maleta de mano dizque para ayudarme. Más tarde me di cuenta que desaparecieron unos regalos electrónicos que traía para mis hijas. 

 

Cuando salimos de Migración fui rodeado por ocho personas que podrían haber sido policías, aunque estaban vestidos como civiles. Ellos me gritaban que estaba detenido y se limitaban a decir que no opusiera resistencia. A continuación, mediante empujones e intimidación me subieron al balde de una camioneta que no tenía identificación ni signos de pertenecer a alguna institución nacional. En este vehículo fui trasladado al Cuartel Modelo, en donde reconocí a algunas personas que trabajaron en la empresa Ricapesca. Hasta este momento no me mostraron una boleta de captura ni una orden de detención emitida por autoridad competente. 

 

Debo enfatizar que al momento de la detención yo había sido diagnosticado como hipertenso, por lo que necesitaba medicina y alimentación adecuados para preservar mi salud, cuestión que faltó desde el primer día de detención. 

 

Ahora bien, durante el tiempo que permanecí en el Cuartel Modelo fui impedido de hablar con los demás detenidos; además, la celda en la que fui ingresado era obscura, tenía mal olor y no había nada para sentarse; tampoco había cama ni servicios higiénicos. Si quería usar el baño, debía pedirle al custodio que me acompañara y él se quedaba conmigo todo el tiempo, vigilando. 

 

Recuerdo que en la noche me dieron un colchón de espuma para que durmiera en el piso. Esto fue especialmente difícil porque las noches eran frías y no tenía nada con qué abrigarme más que la ropa que llevaba puesto. Cuando nos llevaban la comida, la consumía sentado en el piso, directo de una tarrina y con una cuchara plástica. 

 

Los días pasaron, hasta que un día un guardia nos sacó aleatoriamente a los detenidos de nuestras celdas para ser interrogados. Cuando llegó mi turno finalmente me enteré que me habían detenido porque se había iniciado una investigación sobre las actividades aparentemente ilícitas de Ricapesca, empresa en la que yo ya no trabajaba en ese momento.  

 

Durante mi interrogatorio me hicieron rendir una declaración en base a intimidaciones, con las que se pretendía que declarara acerca de mi presunta participación en organizaciones delictivas narcotraficantes; cuestión sobre la que no pude dar información ya que no tenía ningún vínculo con ninguna organización criminal. 

 

De lo que recuerdo, me llamaron a dar mi versión dos veces y en ambas se me hacían preguntas insistentes, con las que se pretendía que confesara sobre el lugar en el que estaba escondida droga o sobre el lugar del que salían los barcos con los cargamentos de drogas. Sobre estas preguntas yo no podía dar respuesta ya que no conocía los hechos que se investigaban. 

Una semana después de la detención en el aeropuerto de Guayaquil, fui trasladado a la Penitenciaría del Litoral. Sobre esto debo resaltar que para el traslado no me hicieron ningún examen médico para evaluar cómo se había desarrollado el diagnóstico que tenía de hipertensión. De igual manera, cuando ya me ingresaron en la Penitenciaría me di cuenta de que la cárcel no contaba con médicos especializados ni con medicinas para diferentes tipos de afectaciones. Si los internos se sentían mal, solo les daban analgésicos. 

La Penitenciaría fue cosa seria. Cuando llegué fui ingresado en el pabellón conocido como “Lagartera”. Ahí había puro ladrón y era un lugar muy peligroso. Para este momento mi familia ya me había localizado, con lo que pude pedir ayuda y ellos me pagaron el traslado a un pabellón menos peligroso, llamado “Renacimiento”.  Una vez adentro empezó un proceso de investigación penal muy lento dentro del cual finalmente se me condenó a una pena de 4 años de prisión en calidad de cómplice, sin que existiera prueba alguna en mi contra. Cuando estaba cerca de cumplir los 3 años de preso me dieron una rebaja a 720 días en la pena con lo que pude tramitar mi salida, la cual también se demoró varios días después de que se autorizó la excarcelación. 

Cuando salí de la cárcel, lo primero que hice fue ir a ver a mi mamá en su casa. Ella vivía también en Guayaquil. Ahí me quedé un par de días, luego me fui a vivir donde mis tías que tenían una suite pequeñita. Ahí me quedé un par de días, luego me fui a vivir donde mis tías que tenían una suite pequeñita. Me costó acoplarme porque dependía mucho de ellas. Me tenían que dar de comer y hasta para el carro, porque como comprenderá perdí todo, ni ropa tenía. 

 

Mi mamá, Carlota Ronquillo, tenía principios de diabetes y cuando yo fui detenido se le subió la diabetes. Al final, murió con cáncer al páncreas. Fue una de las personas que más sufrió. Mi mamá iba a visitarme a la penitenciaria los tres días que se podía ingresar. Asimismo, mi hermano me visitaba, la esposa de mi hermano y mi hermana, se turnaban. Ellos se turnaban, aunque a veces les decía que ya no quería que me visiten porque es doloroso hacer pasar a las personas que amas por ese trance y por el manoseo que implica el poder ingresar a la cárcel. 

 

Por otra parte, para sostenerme económicamente, empecé a buscar trabajo y un amigo me dio la oportunidad de asesorar temporalmente a una compañía de proveedores industriales en cuestiones administrativas y técnicas. Tiempo después, el hijo de Meldrum Souter me contactó desde Panamá y me ofreció que trabajara asesorando a técnicos panameños que venían a Ecuador. Mis funciones eran vender a las empresas que tengan barcos, atender a sus técnicos que venían y otras actividades administrativas. Me ofrecieron un sueldo de $500,00 (QUINIENTOS DÓLARES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA CON 00/100) a cambio de estas funciones y me mandaron una laptop para que yo pudiera hacer mis labores de ventas. Evidentemente, por la informalidad del trabajo no recibía ningún beneficio de ley. 

 

En febrero del 2004 empecé a trabajar en el sector público gracias a una publicación presentada por una empresa de reclutamiento. Fui Jefe de Adquisiciones del Municipio de Guayaquil hasta que un día simplemente me desvincularon de la institución sin previo aviso. Esta eventualidad me puso triste, pero rescaté lo mejor de la experiencia. A pesar de ser un puesto tan conflictivo, porque hay demasiados intereses y presiones por los negocios que se manejan, pude sacarlo adelante por mi experiencia. 

 

Ante la falta de oportunidades laborales, desde el 2005 traté de ponerme algún negocio propio con el que pudiera subsistir. Finalmente, el 14 de septiembre del 2009 constituí la compañía ASSAD S.A., la cual tuvo muchos problemas económicos y administrativos por lo que fue disuelta y liquidada. Tiempo después traté de trabajar con mi RUC propio, pero debido a una mala asesoría en contabilidad se me generó una deuda tributaria con el Servicio de Rentas Internas por unos $15.000,00 (QUINCE MIL DÓLARES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA CON 00/100). 

 

En relación con la seguridad social, cuando creé la compañía me afilié por ella, tenía un contador y con el paso del tiempo tuve un problema con el contador, tan mala fue la relación al final que me fue robando y se llevó las claves de la compañía y no me sacó del registro del IESS. Con tanto problema que tuve de salud yo me olvidé, y por este motivo hasta el día de hoy estoy como afiliado al IESS por ASSAD S.A., pero ya las aportaciones impagas son más de ciento veinte y pico que equivale a casi $27.000,00 (VEINTE Y SIETE MIL DÓLARES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA CON 00/100). Lamentablemente, no tengo el dinero para pagar estas deudas y así poder jubilarme. 

 

Uno de los últimos trabajos que tuve consistía en ayudar a una empresa colombiana a ganar el contrato del camal de Galápagos. Este trabajo lo hice sin remuneración, pero con la esperanza de que posteriormente lo contraten para la instalación y mano de obra. Ellos consiguieron el contrato global, ellos cumplieron y me dieron el subcontrato, pero aquí está el contrato y no pude cumplirlo porque tenía problemas con mi RUC y ya no tenía compañía, no una operativa al menos. Por esto me dieron un anticipo que tuve que devolvérselo. 

 

Por otra parte, la relación con mis hijas se vio seriamente deteriorada después de la detención de la que fui víctima sin prueba alguna. Recuerdo que encontré un correo de una de mis hijas, hace 5 años aproximadamente que me dice que qué valores puedo enseñar yo, que solo su madre enseña valores. Siempre fui culpable para ellas, nunca pudimos hacer que piensen diferente, ellas piensan que yo soy culpable aunque no tuve nada ver con organizaciones criminales. Yo no soy culpable. 

 

El contacto con mis hijas obviamente se quebró, una de mis hijas, la menor, tiene dos, dos hijos. Apenas los conozco. Es muy doloroso saber que cuando los niños, mis nietos cumplían años nunca me invitaban, fui relegado. Mi hija la mayor, antes de la pandemia se iba a casar, lo supe por redes sociales, no porque me lo dijo, después de eso el distanciamiento cada vez se va haciendo más grande. Me duele que mis hijas, lo más hermoso que Dios me regaló, siempre me hayan visto como culpable, a tal punto que la menor me dijo que yo no le enseñe valores, que qué valores le puedo enseñar yo. Siento que está perdida la relación junto a ellas. 

 

Ahora, respecto de mi salud, cuando tenía cuarenta años, fui diagnosticado como hipertenso, enfermedad que no fue debidamente tratada mientras estaba preso. No había ni paracetamol en el dispensario. La comida de la cárcel también era muy precaria, con lo que mi diagnóstico se agravó. Comencé a tener problemas de estómago, cuando salí tenía problemas de colon, al final terminé con una diverticulitis, se reventaron los pólipos y dos veces tuve que ingresar a UCI de emergencia. En el primero, me tuvieron que internar 4 días en la Sala de Cuidados Intensivos. El segundo, provocó que se me interne 5 días en el hospital y que se me coloque 5 pintas de sangre. Los costos de la primera hospitalización fueron de casi $6.000,00 (SEIS MIL DÓLARES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA CON 00/100), los cuales pude solo costear gracias a un contrato de instalaciones mecánicas que gestioné a duras penas. 

 

Al mismo tiempo, el Instituto Ecuatoriano de Seguridad y Salud (IESS) me detectó cáncer de próstata, enfermedad que no pude tratarme a través del servicio público debido a que tengo deudas con el IESS. Afortunadamente, años atrás, cuando trabajaba bien, había sido cliente de Salud, una aseguradora privada. Me dieron el plan Oncocare porque antes había sido cliente, mi hermana me ayudó a pagarlo, pero la carencia era de un año, me esperé un año con la enfermedad. Al año fui a hacerme atender, y como ya había cumplido con el requisito de la aseguradora, el seguro me cubrió la operación de la próstata, el tratamiento, las pastillas y las inyecciones que costaban casi $1000.00 (MIL DÓLARES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA CON 00/100) por aplicación. 

  

Aparte de esto, recibí 41 sesiones de radioterapia en SOLCA cubiertas por el seguro privado que mi familia me ayudó a costear. Luego de que me recuperé del cáncer, no pudimos seguir pagando y lo perdí. Por falta de recursos no he podido darle seguimiento a mi enfermedad, lo cual me ha provocado que ahora tenga metástasis ósea y un tumor en mi riñón. 

 

También se me ha diagnosticado varicocele, por lo que tengo que tomar pastillas para el dolor y eso me ceda y me tranquiliza el dolor, pero no tengo tratamiento. Asimismo, tengo glaucoma, enfermedad que requiere que me opere. Lo intenté por el seguro, pero no tengo cobertura, lo consulté particularmente, $5,000.00 (CINCO MIL DÓLARES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA CON 00/100) me dicen que cuesta la operación. Los lentes ya no me sirven mucho. También el IESS por medio de exámenes de densitometría ósea me diagnosticó que tengo osteoporosis con muy alto riesgo de sufrir factura a nivel de la cadera, para lo cual no estoy recibiendo tratamiento todavía. Será posteriormente, a que supere el cáncer, que se determine el tratamiento que debo seguir. Mientras tanto, se sigue deteriorando mi salud. 

 

Todos estos años de juicios, persecución, deudas, enfermedad y aislamiento han sido muy duros; pero he tratado de salir adelante. El cariño hacia mi familia, mi esposa, mis hijos me han mantenido de pie y es lo que me impulsa a seguir caminando.

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